Entrimo

Entrimo siempre ha tenido un aire señorial, tal vez porque su propia iglesia matriz lleva un apellido real. Real de realeza, he de decir. ¡Y eso imprime carácter!

Sea por eso o por su gente, lo cierto es que Entrimo es un lugar que se muestra con un aire afable y con sorpresas imponentes que hacen que, una vez lejos, los recuerdos permanezcan indelebles durante mucho tiempo.

Basta con seguir, río arriba, las aguas del Pacín y encontrarse con el Pozo Caído, al pie del castro de Os Castelos, con sus “bolos” magmáticos que presiden hermosas vistas sobre el Xurés. O, como alternativa, buscar el “fin del mundo” en Olelas, allí donde los caminos se pierden en el precipicio de los mundos hacia el otro lado de la historia, en las “veigas” de A Barcia.

Eso sí, sin dejar pasar la oportunidad de medir nuestra dimensión humana junto al “Castelo da Pica” o al “Penedo que toca”, poco después de superar la encrucijada de A Illa.

Penedo de Anamán

Y es que Entrimo es así. Tan previsible socialmente como enigmático y brutal en términos geológicos. Un mundo entre submundos regado por ríos por todas partes. Ríos que saciaron la sed de los primeros humanos que se atrevieron a adentrarse en ellos. Ríos que ayudaron a vislumbrar la luz, hacia el norte y hacia el sur, a aquellos que buscaban libertad cuando esa palabra era peligrosa. Y ríos, en fin, que alimentaron a generaciones enteras gracias a sus numerosos molinos, en tiempos en que el maíz era un bien preciado, por escaso y controlado.

Municipio ubicado al sur de la provincia de Ourense, limítrofe con Portugal, con una extensión de 84,52 km² y una población de 1.166 habitantes, según el censo de 2018, repartidos en cinco parroquias: A Illa, Pereira, Entrimo (Santa María a Real), Galez (San Fiz) y Venceáns (Santo Tomás).

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