Celanova
Desde lo alto de la Casa da Neve, Celanova se abre a los ojos del visitante como el itinerario turístico con mayor capacidad didáctica de Ourense, ofreciendo al mismo tiempo la placidez de una excelente geografía y la enseñanza amable de una historia que instruye sin incomodar.
Nada menos que cinco mil años son los que la humanidad ha dejado plasmados en el lienzo indeleble de una tierra que inspira, sobre todo, capacidad para la calma y la contemplación, para el paseo y la literatura, para la piedra y la palabra.

Claustro barroco.
El mito del neolítico en los petroglifos de Freixo. La reivindicación autóctona de la cultura castreña, en Castromao. La incruenta colonización romana reproducida en la Tábula, que deja paso al caminante sobre el Arnoia en Pontefreixo. El vacío de la época sueva. El bullicio de la Edad Media con sede en el mozárabe de San Miguel, en el burgo medieval de Vilanova o en el silencio secular de Milmanda. La lenta y poderosa evolución del monacato fundado por San Rosendo («os dejo una obra maravillosamente edificada»). La historia y la leyenda entrelazadas en la Virgen del Cristal (ahora desaparecida). Y el salto a la modernidad de las tres culturas que acabaron dando voz a los poetas… Todo eso convive hoy en un espacio que cabe en un pañuelo y que no puede responder a otro nombre que el de «Donde el mundo se llama Celanova».
Celanova es un municipio perteneciente a la comarca de Terra de Celanova, ostentando su capitalidad. Abarca una superficie de 67,31 kilómetros cuadrados, con 132 aldeas distribuidas en 19 parroquias.
Durante la Alta Edad Media, la villa de Celanova fue cabecera de un condado, propiedad del conde Gutiérrez, padre de San Rosendo e hijo y vasallo del duque Hermenegildo Gutiérrez.